El verdadero Rambo: la increíble vida de un comando alucinado que mató a más de 400 personas
Bo Girtz es el boina verde que inspiró a Stallone para muchos de sus films. Con el estreno de “Rambo, Last blood”, su increíble historia vuelve a generar polémicas. Para muchos un patriota, para otros un racista, el hombre que acaba de cumplir 80 años es una leyendaPor Matías Bauso || Infobae
James Bo Gritz, héroe condecorado, boina verde, comando en operaciones secretas. Amado y rechazado, fue inspiración para Stallone en casi todas las películas de Rambo
Bo Gritz cumplió ochenta años. En estos días, con el estreno del capítulo final de la saga Rambo, se volverá a hablar de él como tantas veces sucedió en el último medio siglo.
Su vida tuvo de todo. Dolor, coraje, reconocimiento, pérdidas, confusión, desvarío. Una vida de película. No es un lugar común. Su figura y sus acciones se tomaron como modelo no sólo para algunas de las películas de Rambo de Sylvester Stallone sino también para cincelar al personaje principal de Brigada A, el Coronel John Hannibal Smith.
Su verdadero nombre es James Gordon Gritz. Se casó cuatro veces. Lo dejaron, también, cuatro veces. Tuvo cuatro hijos y un intento de suicidio.
Su padre murió en la Segunda Guerra Mundial. Él, criado por sus abuelos, creció con la imagen difusa del progenitor caído en combate. Y con el peso de la ausencia y de estar a la altura del linaje heroico.
Bo Gritz de niño: creció sin su padre, quien murió en la Segunda Guerra Mundial. Esa ausencia marcó su vida
Entró en el ejército muy pronto. Se destacó desde los primeros momentos. Realizó misiones secretas y combatió en Laos, Camboya y Vietnam.
El General Westmoreland, máxima autoridad de las fuerzas americanas en Vietnam durante cuatro años y luego máxima autoridad del Ejército, escribió que Bo Gritz era el verdadero soldado americano, el ideal de combatiente. Una leyenda de los Boinas Verdes, el soldado más condecorado por acciones en Vietnam.
A su regreso de Vietnam, Gritz siguió combatiendo en otras tierras. Panamá, Afganistán, de nuevo el sudeste asiático y diversos lugares más.
Asegura haber matado más de 400 personas en sus acciones.
Se infiltró, entrenó tropas contrainsurgentes y fue generando una aura mítica alrededor suyo. Su voz era escuchada. Su mensaje era pétreo, siempre similar a sí mismo. Exaltaba los valores de ser norteamericano, el patriotismo, la posibilidad de solucionar los conflictos por la vía violenta.
Sylvester Stallone en Rambo III, 1988. El actor había tomado como inspiración la vida del boina verde (StudioCanal/Shutterstock)
Su primera conexión con el cine fue frustrada. Francis Ford Coppola descubrió, en el libro de memorias del General Westmoreland, una foto de Gritz rodeados de miembros de una milicia laosiana que él entrenó. El director quiso utilizar la imagen trucando la cara de Marlon Brando en lugar de la de Bo. El ejército norteamericano se opuso y la foto no fue utilizada.
Luego viene Rambo. Desentrañemos un malentendido. Gritz no fue la inspiración del Rambo original, pero sí de todos lo que lo siguieron.
Se supone que el primero fue Audie Murphy, un ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial. Murphy se convirtió en el soldado más condecorado de la historia.
Fraguó sus documentos para ingresar en el ejército antes de tiempo; su hermana mayor lo ayudó luego del ataque a Pearl Harbour. Sus acciones en Europa lo convirtieron en un héroe moderno. Luego del regreso a su país era vivado y homenajeado en cada vez que era reconocido.
Se dedicó al cine y actuó en 40 películas. Su autobiografía se convirtió en un best seller. Las mujeres se rendían ante él. Se casó con una actriz y luego con una azafata. Algunas de sus apariciones públicas finalizaban en hechos confusos que nunca gozaban de demasiada publicidad. Nada malo se decía de él.
En medio de la Guerra de Vietnam decidió dar a conocer su secreto. Su imagen exitosa, la solidez que aparentaba bajo los focos, no era tal. Se había convertido en adicto a los analgésicos y a las pastillas para dormir. Los fantasmas de la guerra no lo abandonaban, no le permitían descansar.
En esa época la terminología que se utilizaba tenía 60 años de antigüedad. Se hablaba de Fatiga de batalla o Conmoción de Guerra (Shell shock). Los estudios no habían avanzado desde la Primera Guerra Mundial. No se hablaba todavía del Stress postraumático. La sociedad negaba tener un problema en esos excombatientes.
Audie Myrphy, el primer héroe que Stallone tomó como modelo. Luego Grtiz sería su Rambo para la saga de sus filmes
Audie Murphy quería que quienes habían vuelto de Corea y quienes lo hacían de Vietnam no atravesaran la misma indefensión que él. No quería que durmieran con un arma bajo la almohada, ni que las mujeres los dejaran porque resulta imposible vivir con su violencia y las fluctuaciones de sus estados de ánimo, ni que se convirtieran en adictos a las drogas como él.
El autor David Morrell se inspiró en su figura para contar en una novela dura y sangrienta el caso de un excombatiente que es rechazado por la sociedad a su regreso de Vietnam. La gente ignora su sufrimiento y subestima la violencia que presiona en su interior.
El resultado es un aquelarre de sangre, confusión y venganza. Este soldado de apellido Rambo con sus conocimientos militares y con el infierno instalado en su cabeza no resiste un rechazo más.
La novela se titulaba Primera sangre (First Blood) y fue un suceso de público y de crítica en la época (Stephen KIng la utilizaba como ejemplo en sus clases de escritura).
Durante años los estudios cinematográficos batallaron por sus derechos hasta que en 1982, Stallone filmó Rambo. La película fue un éxito.
Sin embargo las desviaciones de la novela serían claves. La principal: el personaje no moría al final, luego de intentar suicidarse y dar muerte a su mayor rival, al comisario que ocasionó su eclosión definitiva. Hollywood siempre se reserva el derecho a mantener con vida a sus personajes para una posible secuela. Eso fue lo que sucedió en este caso.
Y con Rambo II aparece en escena Bo Gritz. El argumento de la película habla de un ex comando que vuelve a Asia a buscar compañeros que quedaron en campos de detención ocultos y que se los considera desaparecidos en acción. Así, en una guerra de un hombre sólo, en una orgía de muerte y excesos, Rambo da con los detenidos y logra liberarlos.
El argumento es evidente deudor de la mayor preocupación y actividad de Bo Gritz en los 80. Sostuvo con convicción, histrionismo y escasas pruebas que el sudeste asiático estaba inundado de soldados americanos retenidos ilegalmente por los países comunistas y que Estados Unidos debe hacer algo para rescatarlos.
La causa era plausible. Gritz aprovechaba su llegada a los medios, su carisma, su pasado heroico y la cercanía con varias celebridades para difundir sus teorías y, al mismo, tiempo para conseguir financiamiento para sus planes. Ya que el gobierno no hacía nada, lo haría él mismo. Organizó una misión destinada a rescatar a los soldados retenidos.
Clint Eastwood financió parte de la aventura con 20 mil dólares; William Shatner, el Capitán Kirk de Star Trek, entregó 15 mil dólares con la excusa de comprar los derechos para filmar una historia de su vida. Se sospecha que agencias gubernamentales también aportaron.
Luego de unos meses Gritz volvió a Estados Unidos derrotado. Su misión no tuvo ningún éxito. Una comisión del Congreso lo citó para que explicara lo sucedido. Le exigieron pruebas. Él respondió: “Tengo la misma evidencia que le presentaría un religioso si usted le preguntara por la existencia de Dios”.
Un buen resumen: se había convertido en una cuestión de fe. Y la sociedad y los medios todavía le seguían creyendo. Al fin y al cabo era un héroe de guerra.
Bo Gritz junto a un grupo de soldado laosianos que entrenó (Erase and forget)
En otro contexto sus actos, declaraciones e intenciones hubieran sido vistos como un gran happening, una parodia permanente, sobreactuada y alucinada de un tipo de vida nacionalista y patriotero. Sin embargo, esa ausencia de matices, ese entusiasmo siempre exaltado provocaba adhesión en lugar de lejanía y extrañeza.
La misión fracasada no sólo inspiró a Stallone para la segunda parte de Rambo y a los creadores de Brigada A (aunque Hannibal Smith tuviera éxito en sus misiones). Provocó que Gritz continuara intentando. Extraoficialmente decía que Ronald Reagan apoyaba sus iniciativas y que ese mensaje le había llegado a través de Clint Eastwood, amigo personal del entonces presidente.
En 1986 comandó otra misión. No le costaba nada conseguir mercenarios que lo acompañaran y capitalistas que financiaran su aventura alucinada. El resultado fue otro fracaso.
Pero en lugar de referirse a que otra vez había ilusionado vanamente a los familiares de los soldados desaparecidos en acción (más de 2500), dijo que había descubierto que funcionarios norteamericanos participaban de una red mundial de tráfico de heroína. Esa fue su nueva cruzada.
Mientras tanto, Stallone seguía con la saga Rambo. Hollywood había tomado nota del éxito y el del héroe solitario e inverosímil que derrotaba (con bandana roja o no, con arco y flecha o una bazooka) a todo un ejército enemigo se convirtió en furor.
Arnold Schwarzenegger, Chuck Norris, David Carradine entre otros incursionaron en el tema. Un género que era una mezcla de Doce del patíbulo con El Vengador Anónimo y que exigía la inmediata suspensión de la incredulidad del espectador.
Stallone buscando inspiración para la tercera película volvió a mirar para el lado de Bo Gritz. El ex militar se había abocado a entrenar rebeldes afganos para que lucharan contra los soviéticos. De eso se trata Rambo III, que por su falta de matices, su esquematismo y el agotamiento de la fórmula fue un fracaso.
Bo gritz con todas sus condecoraciones (Erase and forget)
Gritz descubrió, sin demasiado esfuerzo, el parecido entre las películas y su vida y lejos de ofenderse, decidió en esa campaña vitalicia por la autopromoción (uno de sus principales capitales) denominarse como el Verdadero Rambo. Estaba cómodo con esa identificación.
El salto a la política era inevitable. Participaba en programas de radio y de televisión. Sus opiniones siempre eran fuertes, alejadas de los matices. Opiniones contundentes y extremas.
En 1988 se presentó como vicepresidente por el Partido Populista. El detalle es que el candidato a presidente era David Duke, blanco supremacista y líder del Ku Klux Klan.
En 1992, por el mismo partido, Gritz fue el que encabezó la fórmula presidencial. Su lema de campaña hablaba de las “Tres G” pero por supuesto no se refería a la frase a la que aspiran honrar todos los equipos de fútbol: Ganar, gustar y golear. Lo de Bo era más profano, directo y autorreferencial: “God, Guns and Gritz” (Dios, armas y Gritz).
Él, personalmente, encabezó otras dos películas (ya se dijo: una vida de película). En 1990, un film que pretendía ser de acción, Operation Force, y sólo llega ser una película clase Z, como si Ed Wood hubiera intentado hacer su propia versión de Los Ángeles de Charlie.
El documental Erase and Forget cuenta su desquiciada vida
En 2017 se dio a conocer un documental sobre su vida. Erase and forget dirigido por Luka Zimmerman da cuenta de esta convulsionada historia.
Sus últimas décadas tampoco fueron apacibles ni exentas de polémicas. Se opuso a la Guerra del Golfo, participó de varias discusiones públicas, creó una fuerza paramilitar y pergeñó programas de entrenamiento para aprender a sobrevivir en condiciones extremas y para poder combatir.
También cambió dos veces de creencias religiosas y tuvo un fallido intento de suicidio. El tiro en el pecho no dio en su corazón. Una ironía del destino: el que mató a más de 400 personas no pudo con él mismo.
En la web todavía se pueden ver los videos en los que promociona SPIKE, una especie de fuerza paramilitar. El nombre es un acrónimo de Specially Prepared Individuals for Key Events (Personas especialmente preparadas para eventos claves).
Este grupo de elite autogestionado se entronca en una de las muchas teorías conspirativas que apoyó y fomentó en estos años: el Nuevo Orden Mundial, una conspiración global que busca el colapso económico y social de los países. Esa conspiración responsable de todas las desgracias de Occidente desde el asesinato de John Fitzgerald Kennedy en adelante, fue responsable también de la Guerra del Golfo, de ahí provenía su oposición al conflicto bélico y no a un súbito pacifismo.
Bo Gritz recibió 62 condecoraciones por su valor
También fue procesado junto a su hijo por el secuestro de dos niñas. Ellos alegaron que lo habían hecho para evitar que la madre perdiera la tenencia, porque no quería que el padre las viera ya que -según ella- las sometía a rituales satánicos.
La justicia norteamericana no encontró evidencia de las acusaciones de la madre y sí pudo probar los delitos de Gritz y su hijo: secuestro, uso de arma y obstaculización de tenencia.
A todo esto, al verdadero Rambo debe sumársele en su cuenta dichos racistas, expresiones antisemitas, actitudes de violencia y hechos de abuso de armas.
Sin embargo, su pasado de héroe de guerra lo siguió protegiendo.
Bo Gritz es de una especie que suele contar con el perdón del público. Un pasado esforzado y heroico lo habilita para desequilibrios, delitos, excesos y desvaríos en la actualidad.
Como si sus acciones anteriores le dieran crédito a comportarse posteriormente como un cretino o un delincuente. De esa especie hay en muchos en diversas partes del mundo.
Lo que en otros sería motivo de burla y hasta de puesta en duda de su salud mental, a personajes como Gritz se le celebra ese tipo de conductas, se las incentiva. Acude a lugares en los que es recibido como un héroe.
Es su gimnasio para el ego, la manera de ejercitar la autoestima. Como si el coraje individual mostrado como Boina Verde y las múltiples condecoraciones lo eximieran de tener que rendir cuentas o de convivir en sociedad.
Tal vez en la identificación con Rambo y su saga esté la clave para entender a un personaje como Bo Gritz y su permanencia en la atención pública.
Bo Grtiz acaba de cumplir 80 años y divide a los Estados Unidos: para unos es un patriota, para otros un racista
La novela de David Morrell y en parte la primera película eran alegatos antibélicos que clamaban por la atención de los veteranos, por prestar atención a su inserción y al tratamiento del stress postraumático. Que se preguntaban qué hacer con ese monstruo que habían tirado sólo en una ciudad después de haberlo hecho vivir unos años en el infierno y al que lo único que le habían enseñado era a matar.
Las que siguieron, en especial, la segunda y la tercera son películas violentas, que celebran la guerra, que olvidan los matices, donde sólo hay buenos y malos.
Y en esa limitación, en ese maniqueísmo, en sus excesos tal vez logran mostrar, involuntariamente, de la mejor manera, el derrotero y desvarío de un personaje como Bo Gritz.
Desmesura, violencia gratuita, locura. Tal vez sea en ese aspecto, más que en la similitud en la historia de vida, es que Bo Gritz sea El Verdadero Rambo.